Panamá, Casco Viejo, Casco Antiguo
Detrás de cada proyecto que hacemos en el Casco hay una historia. El amor y el esfuerzo que se invierten en crear un concepto y después hacerlo realidad en un edificio es inmenso, especialmente en el distrito histórico. Con Santa Familia, esto fue especialmente cierto. Sólo juntar las propiedades para lograr lo que deseábamos nos tomó diez años. Imagínense eso!
Me acuerdo cuando conseguimos el edificio principal: estaba en bastante buen estado (fue una escuela en algún momento), pero al momento de la compra lo tenían vacío, de hecho se utilizaba para hacer juegos de Paint ball! Para aquellos de ustedes que conocen el Casco ahora y no entonces, es un poco difícil de imaginárselo hace diez años. Habían muchísimas necesidades, mucho trabajo qué hacer. En ese momento, ya estábamos comenzando a contribuir con distintas organizaciones sin fines de lucro para ver cómo ayudarlos. En ese momento se tomó una decisión: sabíamos que nos iba a tomar un tiempo lograr el proyecto (nunca pensamos que tanto tiempo!) así que decidimos que el edificio simplemente no podía seguir vacío, tenía que tener un uso positivo. Esta manera de pensar se convirtió el política de nuestra empresa, todo debe tener un uso positivo, especialmente si no se está utilizando de manera inmediata para desarrollo.
Así que nuestra “escuela” se convirtió en un centro comunitario, una base para que muchas organizaciones pudieran realmente crecer y fortalecer su impacto. Por primera vez, estaría un grupo de organizaciones en un mismo espacio, nuestra esperanza era que de esto surgieran sinergias, y así fue.
Desde el programa post escolar APROJUSAN hasta los Scouts y la asociación de vecinos del Casco AVACA, a fotógrafos, artistas, activistas ambientales y organizaciones de arte. Por 5 años, AVACA creó y manejó el único programa de reciclaje en el Casco, permitiendo recabar información sobre la producción de desechos comerciales y residenciales, logrando retroalimentar a las autoridades del gobierno, quienes hoy día están tratando de implementar partes del programa desde lo público.
También sirvió como oficinas y salones para el programa CAPTA de Fundación Calicanto, un programa de empoderamiento y capacitación femenina para mujeres del barrio, que hoy día ha expandido horizontes más allá de la hotelería y del distrito histórico. Incluso tuvimos una tiendita llamada “Buenas Obras” en donde creamos nuestra propia moneda, la cual personas haciendo voluntariado podían intercambiar por cosas en la tienda (usualmente donaciones de vecinos). La verdad es que nos divertimos un montón. Cuando le pregunté a Clara cuál era su mejor recuerdo de Santa Familia, enseguida me dijo: las clases de baile de Luis Sierra, rodeada de toda la actividad del lugar.
Pero también hubo tiempos difíciles. Santa Familia sirvió como un lugar crítico de primeros auxilios para ayudar a vecinos afectados por fuegos en las zonas más vulnerables del barrio. Aunque fueron momentos de muchísima tristeza, también fueron los que más nos acercaron y fortalecieron. Todos los vecinos contribuyeron a tratar de que su prójimo pudiera salir adelante lo antes posible. Santa Familia hizo posible que las logísticas de ayuda fueran seguras, ordenadas y rápidas, las donaciones podían recibirse y entregarse desde el primer día.
También fue un lugar clave en consolidar los esfuerzos de protección del patrimonio, cuando nos tocó defender nuestra playa y la designación como Sitio UNESCO, en ese momento amenazada por la construcción de la Cinta Costera 3. Gracias a estos esfuerzos, hoy continuamos teniendo una playa que podemos disfrutar, en donde todos los años anidan tortugas y todos los días nos recuerdan lo maravilloso de tener este oasis para la comunidad.
Cuando finalmente nos acercamos a tan siquiera estar listos para pensar en la demolición, alguien en nuestro equipo preguntó: “hay alguien que sepa cuánto hay ahí dentro”? A este punto tuvimos que reír. Diría que hay muchísimo. Tanto en recuerdos como en cosas. Cientos de vidas mejoradas. “Desempacar” Santa Familia fue todo un operativo. Hicimos una super venta de patio, en donde lo recaudado fue para APROJUSAN. Fue fantástico, y en un el momento indicado.
Ahora, nos estamos embarcando en una nueva aventura: dos proyectos hermanos que van a establecer nuevos estándares, cada uno en su área: Santa Familia y La Manzana. Curiosidad de ambos: los dueños originales fueron los mismos! Aunque al inicio no lo sabíamos.
La Manzana, ubicado detrás de la Iglesia de Santa Ana, será ahora un hub cultural en donde escuelas de arte, organizaciones y emprendedores tendrán la oportunidad de ser propietarios de sus espacios y hacer de sus impactos un efecto permanente. También tendremos un teatro de 150 sillas!
Y, por supuesto, Santa Familia: un desarrollo concebido alrededor de la comunidad, naturaleza y bienestar, la joya de la corona del distrito histórico.
Una de las cosas que más disfruto aquí como residente es la conectividad que disfrutas en tus días, que van armando tus semanas y tu vida. Puedes fácilmente escoger lograr un impacto positivo en tantas áreas, para la comunidad y para ti mismo. Todo está aquí, a distancia caminable.
Santa Familia te hará re descubrir San Felipe, re descubrir el placer de estar conectado de manera tan íntima con la naturaleza. Y La Manzana será donde no sólo podrás adentrarte en la cuna de nuestras más profundas raíces sino ver su transformación hacia el futuro a través del arte y la cultura. Estamos emocionados, y esperamos que nos acompañen!
Ahora sí, aquí van algunas de nuestras fotos favoritas. Si quieres saber más de la historia del edificio, puedes leer este artículo en La Prensa: artículo aquí.