Panamá, Casco Viejo, Casco Antiguo
Le tengo un cariño especial a Las Clementinas. La razón? Entre tantas, porque un pedacito de mi propia historia está ahí.
Creo que el armario de mi abuela debe tener por lo bajito unos 70 años, si no más. En Panamá, en donde los muebles de madera (y lo que sea de madera en general) sufren por el clima húmedo y el millar de insectos que consideran la madera su pizza con anchoas, llegas a apreciar el valor de un mueble que es capaz de resistir todo ese tiempo. Y si a eso le suman que por lo menos estuvo 50 años en la playa, con el aire salado y niños jugando al escodite los fines de semana, ya el mueble en cuestión va ganándose una medalla. La casa, que había sido construida en madera al estilo de Bocas del Toro, ya no existe. Pero el armario sí sobrevivió, cual monolito en película de Stanley Kubrick.
Regresar el mueble a la «civilización» fue todo un proceso que nos hizo viajar en el tiempo. El mismo fue creado en una época en donde los «muebles» se hacían para «moverse», «mudarse» de un sitio a otro, con lo que no se armaban con clavos ni tornillos, sino que embonaban juntos de manera perfecta y elegante. Antes a caballo y carreta, en esta vuelta fue en Hi Lux.
Por un momento pensé que sería una pesadilla re armarlo, por lo «frágil de sus años». Cuánto me equivoqué! fue fácil, y con poco quedó como nuevo. Un mueble sin «frufrús», a prueba de todo, y elegante. Como mi abuela.
Y en dónde está ahorita? Quédate en Las Clementinas y encuéntralo!